Desde hace tiempo una cierta idea, vuelve a mi, sistemáticamente
Todo el mundo reconoce los tópicos, como por desgracia suele ocurrir, "la vida es una apuesta", "merece la pena morir si uno vivió intensamente", o incluso "vive deprisa y deja un bonito cadáver"; no me refiero a algo así, mi ideas apuntan a algo aún más común, quizás.
Algunos ya sabréis de que hablo, por que os lo he contado en persona más veces, pero por si acaso, os resumiré a que me refiero. Pascal era un filósofo y físico de origen francés que vivió a lo largo del siglo XVII. Ya en su adultez se convirtió, al igual que toda su familia, a la secta católica del jansenismo, según algunos, como una idea asociada a una enfermedad que lo llevaría a la muerte. Lo que creo interesante del caso no es el "a qué", "cuándo" o "cómo" Pascal, un importante filósofo y matemático de su tiempo, se convirtió a una peculiar secta católica, sino el porqué.
Pascal argumentó en su día tal decisión de un modo aproximadamente parecido al siguiente razonamiento:
"En la vida, existen pocas cosas de las que podamos tener certeza, pocas ideas son seguras e indubitables. Ciertos conceptos relativos a la matemática y a otras ciencias exactas, destaca entre ellos, pero no así la idea de la existencia efectiva de Dios. Es por ello que yo como individuo decido arriesgar el conjunto de mi existencia, de mi vida y mis valores, en la idea de que efectivamente existe un ser superior cuyos designios determinan nuestra existencia presente y futura".
Quizá hoy día se nos escape la relevancia de la "apuesta" pascaliana, pero sin duda era mucho lo que se jugaba. No pretendo una apología de ninguna religión;lo primero que pensé al escuchar este relato fue:"una pena que se equivocase al apostar". Pero también sentí un gran respeto por aquel hombre que decidió tomar las riendas de su vida, por aquel personaje que, como el Jugador de Dovstoiesky, no soportaba vivir sin que la plenitud de su propia voluntad fuera el timón de su vida.
El título de esta pequeña reflexión dice: lo que no debe faltar en una vida; son demasiadas cosas se os pueden ocurrir, pero solo una la creo fundamental: los momentos en los que "mirando cara a cara al abismo seamos capaces de devolverle la aterradora e infinita mirada, no sin sentir un hiriente escalofrío, pero si sin vacilar". Una vida en la que no existan momento en los que, aún sabiendo que va a doler, que puede que nos equivoquemos, que el golpe contra el fondo es aún evitable, no dejemos de saltar al vacío. Una vida, en la que errores evitables, pero fundamentales, no puedan ser cometidos, no es una vida, no en su sentido pleno.
"Prefiero apostar y vivir en el error toda mi vida, que morir arrepintiéndome de no haber apostado", creo que es un lema que nadie debería obviar.
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