jueves, 26 de noviembre de 2009

Lou Salome

Era temprano, demasiado, como cada mañana. Las noches siempre duelen más de lo que deberían. Por fin llovía, no mucho, peor lo suficiente para que la calle oliese a recién mojado.

Miró por la ventana, la vista desenfocada, no podía centrarse en nada, simplemente sentir las gotas contra el cristal, el frío en los hombros, y la textura de unas viejas zapatillas en sus pies. Tenía tanto que hacer, tan pocas ganas. La eterna contradicción.

Caminó por la habitación desordenada, hizo la cama mientras se encendía el ordenador, hizo listas, listas imposibles de cumplir.

Desayunó, apuró el café y volvió a la celda. Repasó la lista, comprobó el correo, alguna página y decidió que estudiaría toda la mañana. Se mintió de un modo en que solo ella era capaz. Se miró al espejo y se dijo la verdad, sin saberlo.

La mañana pasó tranquila entre nervios, páginas en internet, un poco de música y alguna que otra hoja de apuntes a la que no hizo demasiado caso.

Pintó constelaciones en la pared blanca, echo de menos fotos, cuadros, posters olvidados, o que nunca existieron. imaginó la vida de otras personas, de animales, de personajes de ficción, de nadie en particular...

Dejo su casa a las tres y media, subió cuestas, ando avenidas, cruzó pasos de cebra, llegó, o se perdió por el camino. Se sentó, se ausentó, sonó la alarma, volvió a caminar. Se cruzó con cientos de personas, inspiró a varios, cambió la vida de alguno, compró el pan y simplemente se encerró en casa.

Temprano levantó la muerte el vuelo. Se descubren las cartas y no entiendes el juego. Resuenan caídas de los grandes y no recuerdas la propia. Solo existe un punto fijo en el universo

"Aún queda dentro de ti suficiente caos como para adiestrar una estrella danzarina"; nunca lo olvides

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