miércoles, 5 de mayo de 2010

Feria IV


Raras han sido las ocasiones de su vida en las que no ha sido capaz de concentrarse en una lectura. Menos todavía las veces en las que esa falta de concentración no estaba provocada por otro relato. No podía sacarse de la cabeza las palabras de Marcos..."tantas mujeres, consigues lo que quieres y luego simplemente las olvidas".

Por un segundo creyó estar pensando en Eva, recordando las curvas de su figura, su olor, reviviendo su recuerdo. Enseguida descubrió el motivo de su distracción, el origen de su dificultad para finiquitar las últimas lineas de otra obra maestra. Aceleró la lectura sin que ello perjudicase al interés que depositaba en cada palabra, en cada signo de puntuación.

Cerró las tapas del libro y se tomó un instante, colocó el brazo detrás de la nuca y dibujó el infinito en el techo de la caravana, se abstuvo de pensar en nada demasiado concreto un par de minutos. Entonces, decidido ya a incorporarse, repasó algunos puntos claves de la novela, algún recurso narrativo o descriptivo que lo habían impresionado o sorprendido y aclaró algunos puntos fundamentales entre sus ideas.

Se incorporó, suspiró, y dejó el libro sobre la mesilla. Decidió que ya era momento para trabajar algo, se lo debía a Alberto, seguramente fuese un día flojo, podría dedicar toda la noche, sin distracciones claro.

Se puso el chaleco se aclaró la cara con agua, decidió, o más bien declino, de nuevo, afeitarse, pero concedió, a la perenne conciencia que representaba al figura de su madre el darse una ducha antes de salir; apestaba como un animal enjaulado. No pudo evitar sonreír al imaginarse un mono usando gafas, educadamente recostado en una rama, dedicando su tiempo libre a leer un libro detrás de otro mientras el resto de primates se arrojaban mierda a la cara; un poco pretencioso desde luego, debía apuntarlo.

Apenas cinco minutos después de haber desperdigado su ropa por la pequeña caravana que le servía como habitación, comedor, y sala de estudio, estaba vestido de nuevo y listo para engatusar a todo el que hiciese falta con tal de darle un descanso a su pobre compinche. Al menos en los últimos cuatro pueblos había desaparecido casi todos los días con alguna muchacha y lo había dejado solo. Pobre santurrón, no se puede tener un corazón tan noble sin que, incluso los que te quieren, se aprovechen de ti.

Efectivamente la noche fue tranquila, incluso aburrida. Dedicó la mayor parte de ella a intentar hacer entender a Alberto, que por más interesante que pudiese parecer, quedarse en las sombras de una atracción de feria, si no daba un paso, si no empezaba una conversación, si no corría el más mínimo riesgo o no mostraba cierto descaro ante alguna de las bellas visitantes, de aquella o cualquier noche, no merecía seguir lamentándose cada día por lo mismo.

- Para ti es fácil decirlo- sentenció casi gimoteando- pero a mi me cuesta horrores hablar con ellas. ¿qué quieres que les diga?.

- ¿Cómo que qué quiero que les digas?. Cualquier gilipollez, o tu crees que yo me acerco y les explico mi teoría acerca de la órbita rotacional de los planetas, no te jode...

- Coño Lucas, afloja. Para ti será muy sencillo. Pero para mi realmente es un problema. Yo no me meto contigo cuando me preguntabas por autores para leer, o no entendías los libros que te pasaba.

-Alberto lo que te digo es que no existe una norma para entrarle a una tía. Simplemente te sueltas, te acercas le dices lo que se te ocurra sonriendo y si quiere algo contigo no te preocupes que se encargará de darte bola. Lo único que necesitas es práctica, soltarte y el resto llega solo...

- No se yo, cuanto más pasa más me cuesta y cuanto más me cuesta más pasa. Y encima estás tu al lado que así no hay quien les diga nada...con esa pinta de bohemio macarrilla que tienes últimamente...- sonrió Alberto con complicidad.

Pasaron las siguientes dos horas buscando alguna con la que practicar, hablando sobre sus últimas lecturas. Quien podría haber dicho que al azar uniría a dos sujetos tan distintos a través del ansia lectora que uno arrastraba y el otro desconocía.

Todo seguía según esperaba, a pesar de la poca gente que había venido a la Feria, habían hecho una caja decente y podrían pasar el resto de la tarde-noche sin agobio, hablando tranquilamente, arreglando el mundo desde aquel púlpito imposible.

Pero debieron recordar que no todo siempre sale según lo planeado...nunca existe un orden más allá de lo aparente, si existe orden en algún rincón es por que el hombre previamente lo depositó. Apareció, pero no como una sombra, no oblicuamente, como esperando, deseando que la fuese a buscar. Llegó directamente al puesto, sonriendo y saludando abiertamente.

- Hola Lucas.

-Hola Eva.

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