domingo, 22 de agosto de 2010

Feria VII

En los apenas dos minutos que tardaron en separarse de la atracción ambos cruzaron la mirada en demasiadas ocasiones. Lo que ambos sintieron, al entrecruzarse éstas, es algo que solo saben ellos pero sin duda las pocas palabras que intercambiaron son suficientemente ilustrativas.

- Y bien, tu eres quien necesitaba verme otra vez- atacó sin darle espacio para ubicarse.

-No es que lo necesitase, es lo quería, existe un diferencia...

El vuelo de un ángel interrumpió el discurso de Eva. Sabían lo que querían decirse, como en la mayoría de las conversaciones conocían más que de sobra las posible resoluciones; no podían evitar los silencios incómodos.

- Tengo las cosas claras-quiso explicar antes de exponer el auténtico motivo de aquella visita- se que lo que pasó esa noche no va a volver a pasar; entiendo que así quieres las cosas y estoy de acuerdo. Pero quiero otra cosa de ti, algo que no me diste aquella noche, y no se si estarás dispuesto a dármelo.

-Depende de lo que pidas. No me imagino que puede ser, no tengo mucho más que lo que ya te di. Unos pocos libros, mi caravana...

Un pequeño gesto varió en la cara de Eva. Una mueca quizás inapreciable a simple vista pero no para él. Se había acostumbrado a muchos de sus gestos, en una sola noche, a expresiones que resultaban propias de ella y de nadie más, a descubrir su carácter en la manera en que entornaba los ojos, o reaccionaba a un comentario halagador. Quizás por eso la había odiado un poco al verla volver a la Feria; por corromper su fantasma, volviendo como las otras.

- ¿Qué es exactamente lo que quieres?- preguntó con la impaciencia de quién ya cree conocer la respuesta.

-Tus relatos

No necesitó explicación, no quería saber como había llegado a saber de ellos, no le importaba. Le enfurecía que alguien hubiese sabido de ellos, que pudiese relacionarlo con aquellas palabras, que se entrometiese entre él y esas lineas difusas y verticales.

Que fuese ella, y no otra persona quien lo hiciese, simplemente lo deprimía, lo hundía, lo empujaba hacia el abismo, lo dejaba indefenso y sin fuerzas.

- Simplemente lo leí, lo encontré mientras...

-Da igual, no quiero saberlo- la interrumpió- de verdad que no...Cuantos?.

- Cinco.

-Aquí solo tengo uno- hablaba desde el cansancio de una derrota ya irremediable.

- Los encontré después. No es que los buscase, pero fue imposible no imaginarse en donde estarían. Me llevó unos días y supongo que no habré encontrado ni la mitad de los que has abandonado...

-No llevo la cuenta, la verdad. Es parte del propósito. ¿Qué sentido tendría abandonarlos si recordase donde, o por qué, o cuando, o para quién...?

- ¿Seguirás abandonándolos? Son buenos, sabes que podrían publicartelos. Creo que merece la pena recuperarlos.

- Será mejor que te vayas. Te agradecería que no volvieses por aquí, ni por ningún otro lugar...No se porque has tenido que estropearlo todo. Realmente eras única; supongo que por eso mismo tenías que joderlo.

Caminó hacia la caseta. Ya había abandonado demasiado a Alberto, no tenía derecho a seguir tomándose aquellos descansos a su costa. Tampoco tenía ganas de seguirla escuchando, explicándole porque merecía la pena, el sentido de toda una vida expresado en unos pocos tópicos. No tenía fuerzas para soportar el colapso de la imagen que que se había creado en torno a ella.

Tenía más sentido amar su ausencia que tener que odiar su inteligencia al descubrirlo.

Dejó pasar las horas en el puesto. Ella tuvo la decencia de no aparecer, quizás por miedo, quizás por respeto. Probablemente ya maquinaba un nuevo plan para convencerlo. El aire arrastraba olores de tormenta y estaba demasiado cansado incluso para que le doliese la cabeza, o para lamentarse durante más tiempo.

Se quedó a recoger la barraca. Terminó de cerrarla justo cuando las nubes se acercaban hacia el campamento. Las primeras gotas empaparon su camisa mientras entraba en la caravana, consciente de que solo podría mirar al techo sin parar de preguntarse...

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